miércoles, 20 de junio de 2012

Entrevista Francisco José Castell Alacid

A Francisco J. Castell le preocupa la utilización de aditivos en la pastelería, defiende la alimentación sana./G.R.

Francisco José Castell Alacid Maestro pastelero y cantor del Misteri d´Elx

“La pastelería tiene algo de música, ambos provocan momentos felices en aquellos que los disfrutan”

La pasión de Francisco por la repostería hace que realice talleres allá donde se lo piden porque quiere sentirse útil

Francisco José Castell Alacid (Elche, 1967) nació en la Confitería Castell, propiedad de sus padres y se crió en el obrador, entre dulces. Piensa que la pastelería tiene algo de música porque con tres notas hace un acorde y con tres acordes hace una canción sencilla. Cantar le hace sentir bien, le devuelve todo lo que ha hecho con creces. En la pastelería le pasa lo mismo. Mezcla tres ingredientes, harina, azúcar y huevos, en su justa dosificación y tras unos minutos de cocción, resulta que del horno sale un bizcocho que le hace sentir feliz a él porque lo ha hecho a partir de unas materias primas y a los que le rodean porque se lo comen y se lo pasan bien. Sus pasiones son la música y la pastelería.
Pregunta. ¿Cómo empezó a cantar en público?
Respuesta. De casualidad. He cantado siempre que había una guitarra por en medio y con un poco de alcohol en sangre. Un amigo me contó que cantaba en un coro llamado Magna Voce y me convenció para que me apuntara. Probé y me enganché porque me gustó. El director era Francisco Javier Gonzálvez Valero, quien hoy es el director de la Escolanía del Misteri d´Elx. La gente tiene un mal concepto de los coros, piensan que son pseudoreligiosos y casposos. Es todo lo contrario, hay gente muy maja unida por la música.
P. ¿Magna Voce estaba vinculada a la Coral Ilicitana?
R. Sí. Nosotros éramos la cantera. Pero no salió bien porque la Coral Ilicitana canta solo zarzuela y era complicado que los jóvenes se engancharan a este género. Nosotros hacíamos música sacra y, sobre todo, musicales. En nuestro repertorio teníamos El Rey León, Los Miserables y también desde los Beatles hasta los Secretos. La verdad es que echo mucho de menos mi coro.
P. Es una lástima que se haya perdido. ¿Cuánto tiempo estuvo en Magna Voce?
R. Sí, es una pena. Canté allí casi seis años, hasta que se disolvió. Lo pasamos fenomenal. Yo quería seguir cantando y me surgió la oportunidad de empezar en el Misteri como oyente. Tuve la suerte de que algunos tenores se dieron de baja y no tardé mucho tiempo en debutar. Hace ya cinco años de eso.
P. ¿Qué personaje tiene en el Misteri?
R. No tengo personaje. Soy tenor y canto en la Judiada. Allí hay gente que lleva muchos años que canta fenomenal y tiene los papeles principales.
P. Cinco años es mucho tiempo.
R. Allí eso es poquísimo al lado de gente que lleva toda una vida. Hay hombres que empezaron desde niños y que actúan todavía. El año pasado Paco García Linares cumplió 50 años en el Misteri.
P. ¿Recibió clases de canto antes de entrar en el Misteri?
R. No. Empecé y sigo como aficionado. Me gusta la música y me sirve de válvula de escape del trabajo. Cuando termino de trabajar me voy a ensayar, vocalizo, canto un rato y llego a casa más suave que un guante. Me lo puedo permitir porque mi trabajo y mi mujer me dejan esas dos horas libres. Ahora con la ayuda del Mestre de Capella, José Antonio Román, he aprendido y mejorado la técnica vocal. Incluso me ha enseñado a hablar de forma más sosegada. Para mí es una satisfacción cantar en el Misteri.
P. ¿Ha participado en los actos del décimo aniversario de la declaración del Misteri como Patrimonio de la Humanidad?
R. Sí, en varios conciertos. Hemos recuperado el Consueta de 1709 que no es el mismo que se canta en el Misteri, es más antiguo, y se hizo un concierto para la ocasión. La celebración terminó con el concierto de los niños de la Escolanía en el Gran Teatro y fue fenomenal.
P. ¿Qué relación tiene la música y la repostería?
R. Es sencillo. Pienso que la pastelería tiene algo de música porque con tres acordes haces una canción sencilla y la canción te devuelve a ti todo lo que acabas de ponerle. Te hace sentir bien tocar un instrumento, que en mi caso es mi voz. En la pastelería, echas tres ingredientes, harina, huevos y azúcar, y tras unos minutos de cocción sale del horno un bizcocho que te hace feliz a ti y a los que te rodean. Con tres cositas hacer feliz a alguien es maravilloso. Mis pasiones son la música y la pastelería.
P. La pasión por la pastelería le lleva a colaborar con distintas organizaciones de Elche.
R. Sí, me gusta impartir talleres de pastelería. Me llaman y no sé cómo, me meto en todos los charcos. Por ejemplo, en el taller de la Fundación Salud Infantil hicimos fogassetas con niños de tres años y realizamos una degustación. Además, colaboro con la Asociación de Amas de Casa. Lo hago porque me apetece, es una forma de conservar las tradiciones, de devolverle a la gente lo que ellos me dan. Dentro de dos semanas haré un taller con niños con necesidades especiales en el colegio Tamarit. Allí estaré con 15 niños con los que voy a hacer galletas y el que mejor se lo pasará seré yo. No soy san Francisco, lo hago porque me siento útil, me oxigena.
P. ¿Empezó a trabajar en la confitería por gusto o por obligación?
R. Esto me viene por tradición familiar. La confitería se abrió en 1967, y yo nací aquí y me crié en el obrador. Mis padres eran pasteleros por lo que es una afición inducida. Lo que empezó siendo un juego al final pasó a ser mi vocación.
P. ¿Utiliza las recetas de su padre?
R. Claro. Juego con sus fórmulas, soy un poco químico. Me preocupa la alimentación sana por lo que  he rebajado a la mitad la cantidad de azúcar y aun así sigue siendo un producto dulce. En vez de compota de fruta o mermelada pongo pulpa de fruta y utilizo chocolate puro con alto porcentaje de manteca de cacao y con menos azúcar.
P. ¿Qué piensa de las modas en pastelería?
R. Hacemos un poco de equilibrio entre la pastelería vanguardista y la tradicional. Me gusta seguir mis raíces, a quien me enseñó a trabajar, mi padre, y luego me he marcado mi propia identidad. Hubo un tiempo en que se cayó en el afrancesamiento de la pastelería y ahora se está haciendo todo anglosajón. Las tartas son de bizcocho muy pesado cubierto de pastillaje. Una magdalena no se vende si la llamas así, si la llamas cupcake sí. Somos así de tontos y así nos va. Pero esta es una de las cosas buenas de hacerte adulto, que puedes decir lo que piensas.