A Francisco J. Castell le preocupa la utilización de aditivos en la pastelería, defiende la alimentación sana./G.R. |
Francisco José Castell Alacid Maestro pastelero y cantor del Misteri d´Elx
“La pastelería
tiene algo de música, ambos provocan momentos felices en aquellos que los
disfrutan”
La pasión de
Francisco por la repostería hace que realice talleres allá donde se lo piden
porque quiere sentirse útil
Francisco José
Castell Alacid (Elche, 1967) nació en la Confitería Castell, propiedad de sus
padres y se crió en el obrador, entre dulces. Piensa que la pastelería tiene
algo de música porque con tres notas hace un acorde y con tres acordes hace una
canción sencilla. Cantar le hace sentir bien, le devuelve todo lo que ha hecho
con creces. En la pastelería le pasa lo mismo. Mezcla tres ingredientes,
harina, azúcar y huevos, en su justa dosificación y tras unos minutos de
cocción, resulta que del horno sale un bizcocho que le hace sentir feliz a él
porque lo ha hecho a partir de unas materias primas y a los que le rodean
porque se lo comen y se lo pasan bien. Sus pasiones son la música y la
pastelería.
Pregunta. ¿Cómo empezó a cantar en público?
Respuesta. De casualidad. He cantado
siempre que había una guitarra por en medio y con un poco de alcohol en sangre.
Un amigo me contó que cantaba en un coro llamado Magna Voce y me convenció para
que me apuntara. Probé y me enganché porque me gustó. El director era Francisco
Javier Gonzálvez Valero, quien hoy es el director de la Escolanía del Misteri
d´Elx. La gente tiene un mal concepto de los coros, piensan que son
pseudoreligiosos y casposos. Es todo lo contrario, hay gente muy maja unida por
la música.
P. ¿Magna Voce estaba vinculada a la
Coral Ilicitana?
R. Sí. Nosotros éramos la cantera. Pero
no salió bien porque la Coral Ilicitana canta solo zarzuela y era complicado
que los jóvenes se engancharan a este género. Nosotros hacíamos música sacra y,
sobre todo, musicales. En nuestro repertorio teníamos El Rey León, Los
Miserables y también desde los Beatles hasta los Secretos. La verdad es que
echo mucho de menos mi coro.
P. Es una lástima que se haya perdido. ¿Cuánto
tiempo estuvo en Magna Voce?
R. Sí, es una pena. Canté allí casi
seis años, hasta que se disolvió. Lo pasamos fenomenal. Yo quería seguir
cantando y me surgió la oportunidad de empezar en el Misteri como oyente. Tuve
la suerte de que algunos tenores se dieron de baja y no tardé mucho tiempo en
debutar. Hace ya cinco años de eso.
P. ¿Qué personaje tiene en el Misteri?
R. No tengo personaje. Soy tenor y
canto en la Judiada. Allí hay gente que lleva muchos años que canta fenomenal y
tiene los papeles principales.
P. Cinco años es mucho tiempo.
R. Allí eso es poquísimo al lado de
gente que lleva toda una vida. Hay hombres que empezaron desde niños y que
actúan todavía. El año pasado Paco García Linares cumplió 50 años en el Misteri.
P. ¿Recibió clases de canto antes de entrar
en el Misteri?
R. No. Empecé y sigo como aficionado.
Me gusta la música y me sirve de válvula de escape del trabajo. Cuando termino
de trabajar me voy a ensayar, vocalizo, canto un rato y llego a casa más suave
que un guante. Me lo puedo permitir porque mi trabajo y mi mujer me dejan esas
dos horas libres. Ahora con la ayuda del Mestre de Capella, José Antonio Román,
he aprendido y mejorado la técnica vocal. Incluso me ha enseñado a hablar de
forma más sosegada. Para mí es una satisfacción cantar en el Misteri.
P. ¿Ha participado en los actos del
décimo aniversario de la declaración del Misteri como Patrimonio de la
Humanidad?
R. Sí, en varios conciertos. Hemos
recuperado el Consueta de 1709 que no es el mismo que se canta en el Misteri,
es más antiguo, y se hizo un concierto para la ocasión. La celebración terminó
con el concierto de los niños de la Escolanía en el Gran Teatro y fue
fenomenal.
P. ¿Qué relación tiene la música y la
repostería?
R. Es sencillo. Pienso que la pastelería
tiene algo de música porque con tres acordes haces una canción sencilla y la
canción te devuelve a ti todo lo que acabas de ponerle. Te hace sentir bien
tocar un instrumento, que en mi caso es mi voz. En la pastelería, echas tres
ingredientes, harina, huevos y azúcar, y tras unos minutos de cocción sale del
horno un bizcocho que te hace feliz a ti y a los que te rodean. Con tres
cositas hacer feliz a alguien es maravilloso. Mis pasiones son la música y la
pastelería.
P. La pasión por la pastelería le lleva
a colaborar con distintas organizaciones de Elche.
R. Sí, me gusta impartir talleres de
pastelería. Me llaman y no sé cómo, me meto en todos los charcos. Por ejemplo,
en el taller de la Fundación Salud Infantil hicimos fogassetas con niños de
tres años y realizamos una degustación. Además, colaboro con la Asociación de
Amas de Casa. Lo hago porque me apetece, es una forma de conservar las
tradiciones, de devolverle a la gente lo que ellos me dan. Dentro de dos
semanas haré un taller con niños con necesidades especiales en el colegio
Tamarit. Allí estaré con 15 niños con los que voy a hacer galletas y el que
mejor se lo pasará seré yo. No soy san Francisco, lo hago porque me siento
útil, me oxigena.
P. ¿Empezó a trabajar en la confitería
por gusto o por obligación?
R. Esto me viene por tradición
familiar. La confitería se abrió en 1967, y yo nací aquí y me crié en el
obrador. Mis padres eran pasteleros por lo que es una afición inducida. Lo que
empezó siendo un juego al final pasó a ser mi vocación.
P. ¿Utiliza las recetas de su padre?
R. Claro. Juego con sus fórmulas, soy
un poco químico. Me preocupa la alimentación sana por lo que he rebajado a la mitad la cantidad de azúcar
y aun así sigue siendo un producto dulce. En vez de compota de fruta o
mermelada pongo pulpa de fruta y utilizo chocolate puro con alto porcentaje de
manteca de cacao y con menos azúcar.
P. ¿Qué piensa de las modas en
pastelería?
R. Hacemos un poco de equilibrio entre
la pastelería vanguardista y la tradicional. Me gusta seguir mis raíces, a
quien me enseñó a trabajar, mi padre, y luego me he marcado mi propia
identidad. Hubo un tiempo en que se cayó en el afrancesamiento de la pastelería
y ahora se está haciendo todo anglosajón. Las tartas son de bizcocho muy pesado
cubierto de pastillaje. Una magdalena no se vende si la llamas así, si la
llamas cupcake sí. Somos así de
tontos y así nos va. Pero esta es una de las cosas buenas de hacerte adulto,
que puedes decir lo que piensas.